… y eso puede que sea lo que me
ha llevado hasta Viena. Apasionada de
los idiomas y estudiante de Traducción e interpretación, me dispongo a realizar
mi tercer año de carrera en Austria gracias a la “cuantiosa” beca Erasmus. La decisión
del destino fue difícil. Desde un principio supe que no quería Inglaterra
porque lo que necesito es subir el nivel de mi querida lengua C: el alemán.
Efectivamente, yo también me he
sumado a la moda de aprender alemán. Sí, yo, esa persona que una vez dijo que
jamás lo estudiaría. La verdad es que mis intereses por esta lengua van mucho
más allá de los intereses de la mayoría. Cierta personita (que espero que se dé
por aludida si alguna vez lee esto) me descubrió un idioma y una cultura tan
bonitas como complicadas y yo siempre se lo agradeceré.
Aprender alemán es todo un reto:
memorizar palabras kilométricas e impronunciables, saber cómo y cuándo hay que
declinar, aprender el género de todas los sustantivos… y lo más importante:
aprender a abrir una cerveza sin usar un abridor. Bromas aparte, para estudiar
alemán hay que dedicarle mucho tiempo y ser constante porque es increíble la
facilidad con la que se te olvida.
Hoy hace exactamente un año de mi
primera clase de alemán. Durante este año han sido incontables las veces en las
que he gritado que odio el alemán y que es imposible aprenderlo. Pero yo no
tiro la toalla tan fácilmente y allí que me voy, a intentar sobrevivir en Viena
un año. Eso sí, dispuesta a aprender y a mejorar todo lo que sea posible.
Esta no será la primera vez que
visite Viena. Estuve allí en febrero durante cinco intensos días en los que
la media de sueño fueron tres horas diarias. Cinco días que no dieron para
poder visitar todo lo que teníamos en mente mientras planeábamos el viaje pero
fueron suficientes para que amara más la ciudad. Allí conocí a gente muy
interesante, me reencontré con amigos a los que hacía meses que no veía, me
inicié en el arte de bailar vals vienés, descubrí el encanto que tiene la
ciudad nevada, aprendí a patinar sobre hielo en una plaza totalmente iluminada
al anochecer, disfruté de una magnífica pero surrealista fiesta en un palacio y descubrí una cultura maravillosa gracias a que me pude hospedar con una familia.
Por todas estas razones no dudé
en gritar “Universität Wien” cuando llegó mi turno en la subasta de plazas. Aquella
niña que quemó las cintas de vídeo de Sissi de su tía dieciséis años atrás iba
a volver a Viena. Estoy segura de que va a ser un año inolvidable.
Todos los blogs que he intentado
escribir hasta hoy han caído en el olvido. Por más que he intentado escribir y
mantenerlos activos, siempre he acabado cansándome de ellos. Espero que este no
corra la misma suerte. Quiero que sea una especie de diario para que la gente
que más me importa pueda saber lo que hago durante mi año Erasmus, para que
puedan ver todo lo que he aprendido… Pero también me gustaría que sirviera de
ayuda para las personas que quieran pedir la beca o que en algún momento
quieran visitar Viena.
A 8 días de subirme al avión, en
mi mente se acumulan listas de cosas que tengo que llevarme, cosas que no debo
olvidar, cosas que tengo que hacer antes de ir, las que tengo que hacer en
cuanto llegue, todo lo que quiero ver… De momento puede que la única
preocupación importante es que todo quepa en la maleta.
P.D.: Quiero dar las gracias a Laura por esta foto tan bonita de los jardines del Palacio de Schönbrunn. Sin duda una de mis fotos favoritas de nuestro primer viaje a Viena.
¡Me ha encantado, Liebling! Tengo muchísimas ganas de saber con todo lujo de detalles lo que te ocurre por tierras vienesas. Estoy más que segura de que esos cinco días no serán nada en comparación con el maravilloso año de Erasmus que te espera.
ResponderEliminarIch hab dich lieb und vermisse dich sehr.
Liebe Grüße aus Haßloch :D