Salzburgo es una ciudad que
siempre he querido visitar, por eso estaba la primera en mi lista de ciudades
austriacas a las que viajar este año. Cuando mencioné a mis dos amigos vieneses mi
deseo de pasar un fin de semana en la ciudad, no dudaron en organizar un viaje.
La verdad es que fuimos hace dos fines de semana pero no he tenido tiempo
todavía para pararme a escribir la entrada… bueno, voy a ser sincera, también
me daba pereza sentarme delante del ordenador.
Decidimos salir el sábado
temprano y así ahorrarnos la noche de hotel del viernes. Desde Viena a
Salzburgo hay unas dos horas y media o tres dependiendo del tráfico; así que
como teníamos que salir obligatoriamente por la tarde cuando acabara mis
clases, no valía la pena llegar un viernes a las 20h cuando ya está todo cerrado. Por otro lado, Salzburgo es una ciudad muy pequeña que se ve en un día
(o en dos si decides entrar en todos los museos y palacios). Nosotros fuimos en
coche porque mi amigo podía disponer del coche de su hermano y porque nos
permitía hacer alguna parada por el camino, pero también hay otras formas de
llegar, el tren es una de ellas.
Nuestro viaje empezó a las 9h de
la mañana en la estación de Hütteldorf. Extraño pero cierto, la española fue la
primera en llegar, puntualmente a las 9h exactas. Nuestra primera parada fue
para abastecernos en el supermercado de botellas de agua fría, zumos y comida
para sobrevivir al viaje sin morir de calor y de hambre. Sí, vivo en Austria,
pero estamos en plena ola de calor y hace el mismo tiempo que en España (cosa
que odio). ¡Ya me gustaría a mí escribir esta entrada viendo llover a través de
la ventana, con el olor a lluvia impregnando la habitación y con una taza de té
humeante en la mesa!
Bueno, ahora sí, con “I’m gonna
be” de The Proclaimers en bucle nos ponemos en marcha hacia Salzburgo. Como fan
incondicional de “Cómo conocí a vuestra madre”, esta canción fue un regalo,
creo que no hay canción mejor para un viaje por carretera. Sonó como unas
cuatro veces seguidas y a cada una de ellas cantábamos más fuerte. Las casi tres
horas pasaron muy rápido entre canciones, charlas, risas y comentarios. Dejamos
las cosas en la habitación del hotel y después de descansar escasos 20 minutos
me dispuse a enseñarles la ciudad (sí, yo, la española).
El hotel no estaba en el centro
pero solo nos costaba 5 minutos llegar al Staatsbrücke, el puente principal de
la ciudad y una de las puertas al casco histórico. Eran un poco más de las 12h
pero estábamos muertos de hambre así que decidimos tomar algo antes de empezar
con las rutas. Esta cafetería, llamada Cafe Würfel Zucker, con una terraza
preciosa con vistas al río Salzach fue una fantástica elección. Fue muy extraño
para mí cuando el camarero vino a tomarnos nota y los dos pidieron una
tarta. ¿Merienda en vez de comida? Warum nicht?! (¡¿por qué no?!). Así que me
pedí una riquísima Apfelstrudel (un rollito de hojaldre relleno de manzana,
pasas y canela) y un cappuccino.
La parte antigua de la ciudad,
situada en la orilla izquierda del río, se construyó en estilo barroco y su aspecto es inusualmente uniforme. Pero la mezcla de este estilo con estilos
tanto anteriores como modernos, le da un toque especial a sus edificios. La
leyenda dice que Salzburgo fue fundada por el obispo Rupert, que llegó con los
monjes benedictinos, y el obispo irlandés Virgil, que construyó la primera
catedral. Pero por lo que realmente se conoce la ciudad es por ser la ciudad
natal de Wolfgang Amadeus Mozart en 1756 y por su prestigioso festival de
música que atrae cada año a miles de turistas.
Mozarts Geburtshaus, la casa en la que nació Mozart el 27 de enero de 1756.
Getreidegasse, es una de las calles más largas e importantes de la ciudad.
Acoge muchísimas tiendas con una decoración medieval.
Residenz Platz
Dom, la Catedral de San Ruperto y San Virgilio (izquierda) y Residenz (detrás de la fuente), la antigua residencia del arzobispo.
Vistas de la catedral desde la subida al castillo.
Vistas del casco antiguo, con la fortaleza de Hohensalzburg al fondo, desde el puente Makartsteg.
Schloss Mirabell
Jardines del palacio Mirabell (Schloss Mirabell)
Después de unas casi 5 horas sin
parar de caminar (subida al castillo a las 15h con todo el sol incluida) decidimos
volver al hotel para que el conductor pudiese dormir un poco y nosotras asearnos
y descansar también para después salir a cenar. No nos complicamos
mucho buscando un restaurante, al lado del hotel había un italiano con buena
pinta y bien de precio. A continuación decidimos ir a tomar algo a no sé qué sitio que
ellos conocían de la última vez que habían estado, así que me dejé llevar.
Tras 15 min. andando por la orilla del río sin ver un alma por la calle
y de empezar a alejarnos de la civilización, empecé a preguntar dónde íbamos. “Ya
verás”, fue la única respuesta que obtuve. Por fin parecía que ya habíamos
llegado a nuestro destino aunque parecía más bien un convento y no un club. Se
empezaban a oír voces así que al parecer no estaba la ciudad desierta. De
repente llegamos a unas puertas enormes de madera después de atravesar pasillos
y pasillos y detrás de ellas… ¡Sorpresa! Un Biergarten (“Jardín de cerveza”)
precioso y hasta arriba de gente. Barriles y barriles, jarras y jarras de
cerveza, gente cantando y brindando alrededor de las mesas. ¡Fue genial!
Lástima que debido a mi miedo por perder la cámara me la hubiera dejado en el
hotel.
Para acabar con nuestro viaje, el
domingo por la mañana disfrutamos de un largo desayuno en el hotel y, como ya
habíamos visto la ciudad, decidimos tumbarnos en el césped en la orilla
del río y tomar “un poquito” el sol que ya empezaba a caer fuerte, cosa que a
ellos no parecía importarles (a mí sí, es la segunda vez que acabo roja como un tomate en este país). Finalmente decidieron enseñarme el palacio de
Hellbrunn que está solo a 4km de Salzburgo en dirección a Viena. El palacio era
la antigua residencia de verano del arzobispo de Salzburgo que construyó su
famoso jardín solo para su diversión. En él se encuentran escondidas fuentes
que se activan al azar mojando a los visitantes que tienen la mala suerte de
toparse con una de ellas. Una servidora acabó totalmente empapada, tanto que se
tuvo que cambiarse antes de subir al coche.
Río Salzach
Y bueno, ese fue el final de un
magnífico fin de semana. Después solo nos quedaban tres horas de regreso a la
capital en las que pude desfrutar de un
paisaje precioso a ambos lados de la carretera.
Quiero cerrar esta entrada tan larga con
una canción de uno de mis cantantes alemanes favoritos, Philipp Poisel, que me
ha ayudado a darle nombre a esta entrada y cuya letra no paraba de rondar en mi
cabeza durante todo el viaje. Sin duda fue, para mí, la banda sonora.
,,Wenn's mir zu
viel wird,
steige ich aus.
Und dann steige ich ein,
in meinen Wagen,
der wird mich tragen,
bis nach Paris,
wo ich auf den Turm steig',
und die Aussicht genieß'.
steige ich aus.
Und dann steige ich ein,
in meinen Wagen,
der wird mich tragen,
bis nach Paris,
wo ich auf den Turm steig',
und die Aussicht genieß'.
Er wird mich tragen,
bis nach Toulouse,
und dort hinterlass' ich dir einen Gruß.
Er wird mich tragen, bis nach Marseille,
dort ist es okay, dort ist es okay.
bis nach Toulouse,
und dort hinterlass' ich dir einen Gruß.
Er wird mich tragen, bis nach Marseille,
dort ist es okay, dort ist es okay.
Aber schön ist es nicht ohne dich.
Schön ist es nicht ohne dich.
Wenn's mir zu viel wird,
dann breche ich aus,
und dann breche ich ein,
in meinen Wagen,
der wird mich tragen,
bis in die Provence.
Du fehlst mir dort sehr,
doch ich bewahre Contenance.
Schön ist es
nicht ohne dich.
Schön ist es nicht ohne dich."