Está pasando lo que no quería que
pasara: no estoy escribiendo nada. Hoy hace exactamente una semana desde que
llegué a Viena y todavía no he contado nada de mi viaje. En fin, más vale tarde
que nunca.
Después de un día entero jugando
al tetris con una maleta que no podía pasar de los 23kg y que llegó a pesar
27kg, de momentos de pérdida de los nervios, estrés y esa molesta sensación de
que te dejas algo importante... me planté en el aeropuerto con una maleta de
mano que pesaba 2 kg más de los que debería, un bolso que parecía más bien otra
maleta, un abrigo de piel y una cazadora para combatir los 30ºC de temperatura
en el exterior y una maleta que pesó exactamente 23kg y que la señorita de
facturación calificó de “heavy” (pesada) y que marcó con un gran cartel
naranja.
El vuelo fue de lo más
interesante. Muy a mi pesar no me tocaron los dos austriacos altos que estaban
detrás de mí en la cola de facturación y que no paraban de mirarme y susurrar,
me tocó un matrimonio mayor de Algemesí que iba a visitar a su hijo que
estudiaba en Viena. La verdad es que no me puedo quejar, tuve una conversación
muy interesante durante las dos horas de viaje, me trataron de maravilla y
además pude ejercer de intérprete ya que no entendían ni alemán ni inglés.
Una vez recorrido el cada vez más
conocido laberinto que lleva desde la terminal internacional del aeropuerto de
Viena hasta la zona de recogida de equipaje más cargada que una burra y de recoger mi súper maleta sana y salva, me
dirigí a la puerta donde me esperaba una amiga austriaca y su padre con un
cartel de bienvenida. Este primer fin de semana lo pasaría en su casa con su
familia y gracias a ella pude disfrutar de una gran variedad de comida típica,
conversaciones en alemán alrededor de la mesa, recorrido por el centro de la
ciudad y el cariño y la atención de una familia. Me trataron de maravilla, como
a una hija más. Quien dijera que los austriacos eran fríos, se equivocaba. Son
muy hospitalarios y te hacen sentir como en casa.
El domingo me acompañaron a la
residencia donde tuve que poner en práctica todo el alemán aprendido durante un
año para entender a una medio rusa medio asiática con un acento mucho mejor que
el de Suiza. Después de recoger todos los papeles a rellenar y normas, obtuve
al fin la llave de mi habitación que mucho recuerda a una canción de Taylor
Swift. La descripción de la habitación y la residencia, próximamente.
Creo que en total he estado en mi
habitación esta semana unas tres horas sin contar las horas dedicadas a dormir.
Todas las tardes he salido con mis dos amigos que viven aquí y con sus amigos.
Ayer, gracias a la gran cantidad de ejercicios que tenía que hacer para mi
clase de alemán, me tuve que quedar en casa. Pero no desperdicié la perfecta
tarde que hacía (completamente nublado y unos 20ºC) y salí a pasear en cuanto
lo acabé todo.
¿Dónde fui? Cerré los ojos y
decidí que visitaría lo que describiera la página por la que la guía de Viena
se abriera. Y allí me fui, al Stadtpark o Parque de la Ciudad donde se
encuentra la estatua de Johann Strauss hijo, el rey del vals. Era la primera
vez que me atrevía a coger el transporte público yo sola y la verdad es que
salió bastante bien, pasando por alto el pequeño despiste en la estación de
metro de Karlsplatz (la más grande de Viena donde hasta los vieneses se pierden
con tantas líneas y enlaces).
Todavía me queda mucho por ver
así que espero que los deberes de alemán me dejen escaparme pronto de nuevo.
Paseo al atardecer por el Alte Donau, el antiguo canal del Danubio. Está lleno de embarcaderos y merenderos y es una zona perfecta para un baño.
Museumsplatz: un lugar de reunión en las tardes de verano.
Kunsthistorisches Museum (Museo de Historia del Arte), la cuarta galería más grande del mundo.
Neue Burg, construido en los últimos años de la monarquía, es el ala más nueva del complejo Hofburg.
Heldenplatz con el Ayuntamiento al fondo.
Kohlmarkt y Michaelerplatz al fondo.
Pestsäule (Columna de la Peste)
Stepahnsdom: La catedral y uno de los símbolos de Viena.
Fantástica cena (a las 18h) en un restaurante típico austriaco.
Vistas de la ciudad desde Krapfenwaldbad, una piscina pública en una de las zonas residenciales.
Mi pequeña niña buena ha volado del nido. Me gusta tu escritura, espero que seas capaz de mantener el blog firme.
ResponderEliminarAbrazos y besos. ¡Te quiero!
Caroline
¡Pobre! Después de tus esfuerzos por no pasarte de los 23 kg de equipaje, la facturan como "pesada" y encima no te toca al lado de esos dos austriacos -.-' (fail) hahaha
ResponderEliminarBueno, anécdotas a parte, me alegro mucho de que te vaya todo tan bien. Estás haciendo que me enamore de Viena solo por las fotos que subes y lo que relatas. Sin duda, espero tu próxima entrada ;)
¡Besos! xx
Chelo
unaestudianteporelmundo.blogspot.com